OJO CON LAS ABEJAS

David Hammerstein, Eurodiputado de Los Verdes

Conviene recordar la sabiduría contenida en algo que Albert Einstein dijo una vez: "si las abejas comenzaran a desaparecer, a la humanidad le quedaría pocos años de vida". Es inquietante el hecho de que en el mundo entero las colmenas están quedando vacías y las abejas están desapareciendo progresivamente, y siendo que el 80% de las especies de plantas tienen flores que dependen de las abejas para ser polinizadas. Sin abejas no habría ni frutas ni legumbres.

Las pequeñas abejas constituyen un eslabón fundamental en la cadena de la vida que quedaría rota sin ellas. Una de las funciones vitales de las abejas está en su participación activa en los procesos de regeneración del mundo vivo de las plantas. Este inmenso trabajo cíclico para la vida vegetal y las sociedades humanas hoy parece estar amenazado. En el último año ha habido una muerte masiva de abejas que está arruinando a gran parte de la industria apícola. En España han desaparecido más de 600 mil colmenas, en Estados Unidos más de un millón y medio de colonias han quedado vacías, en Alemania hay 25% menos colmenas y en Francia mil apicultores se ven obligados a abandonar su profesión cada año a causa de esta crisis.

Los científicos se pierden en conjeturas sobre la causas de lo que llaman "el síndrome de colapso de las colonias". Es evidente que el papel de los insecticidas ha sido un factor importante. Otra posibilidad considerada por algunos son las cosechas transgénicas de maíz que han incorporado genéticamente la función de un insecticida natural justamente en el polen que las abejas llevan a sus colmenas. Hasta se ha llegado a hipotetizar científicamente la pérdida de las abejas a las ondas electromagnéticas de la telefonía móvil. Obviamente, los monocultivos químicos-intensivos (como los cítricos híbridos valencianos que vetan la presencia de colmenas), la modificación del paisaje con la desaparición de los prados y las masivas urbanizaciones han sido variables en reducir el hábitat de las abejas. Incluso, según algunas voces, la misma apicultura químico-intensiva de pocas variedades de abejas domésticas ha provocado mayor vulnerabilidad a las plagas y ha reducido la diversidad de las abejas silvestres, debilitando a ecosistemas en general.

La falta de producción de miel en Europa ha aumentado la dependencia de la miel importada, sobre todo de la China. En los últimos años ha habido numerosas alertas sanitarias de la Comisión Europea ante la repetida presencia de altos niveles de antibióticos y de pesticidas prohibidas en lotes de miel china importada. Huelga decir que debemos exigir las mismas normas sanitarias a los productos de fuera que obligamos a nuestros apicultores.

Podemos estar ante una seria amenaza de una triste "primavera silenciosa", como apuntaba Rachel Carson hace 40 años, solo que esta vez sería sin el zumbido de las abejas y con una seria merma a la diversidad vegetal con consecuencias ambientales e económicas incalculables. Esta crisis exige una reacción institucional y científica fuerte y coordenada a todos los niveles.